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Los payamédicos saben cómo arrancarle sonrisas al dolor

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Los payamédicos saben cómo arrancarle sonrisas al dolor
No es necesario ser ni payaso ni médico
No es necesario ser ni payaso ni médico
No es necesario ser ni payaso ni médico

En la provincia de Córdoba hay unos 80 payamédicos y otros varios se están preparando para sumarse a ese pequeño ejército que comparte hasta un vocabulario propio y singular, viste ropas coloridas en las que destaca una estridente nariz naranja y trabaja al lado de una cama donde otros ven sólo a un paciente y ellos en cambio a un “produciente”.

Su consigna es arrancar una sonrisa de esas que brillan con un fulgor especial porque se produce no en el escenario convencional de una sala de teatro, sino en un hospital.

En la provincia comenzaron a trabajar en 2012 y a esta altura su participación se ha ampliado a Jesús María, Colonia Caroya, Las Varillas, Río Cuarto y Bell Ville, ciudades a las que pronto se sumará San Francisco.

Noely Alonso, profesora de teatro, jóvenes pero experimentados 26 años, chaqueña, aclara el primer punto sorprendente y es que para ser payamédico no es imprescindible ser payaso ni médico. Se exige, en cambio, poseer estudios secundarios completos y, por supuesto, completar talleres en los que se adquieren los conocimientos necesarios para el voluntariado.

El creador de la ONG que ha transformado la escenografía hospitalaria en Argentina y Chile es José Pellucchi, médico psiquiatra y teatrista, e impulsor en los inicios de la actividad allá por 2002 del hospiteatro, pequeñas obras concebidas especialmente para ser desarrolladas con la participación y la complicidad de un hombre, una mujer o un niño que se encuentra internado.

Noely, responsable de los talleres de formación, explica que lo que se busca lograr es “una comunidad más amorosa” para lo cual se han investigado técnicas que incluyen aspectos esenciales como el empleo de colores potentes en la vestimenta.

“Nada de negro ni marrón ni gris y sí todos los verdes, los celestes, el amarillo, el magenta y el naranja”. Si hay algo que caracteriza a los payamédicos es, justamente, la nariz naranja en lugar de la tradicional roja.

“Es que en las intervenciones no hay referencias ni alusiones a enfermedades ni a aspectos vinculados a ellas. En el origen de la actividad de los payasos el paso habitual eran los golpes y por eso el rojo de la nariz ensangrentada”, advierte Noely.

Sonríe divertida -y habituada a esa pregunta- ante la consulta de cuánto hay de Patchs Adams, el médico magistralmente interpretado por Robin Williams, en los continuadores de esa tarea en esta zona del mundo y afirma que ese profesional es una referencia importante “aunque el contexto es distinto, porque él se desempeñaba sobre todo entre soldados que venían de la guerra”.

Lo extraordinario de la tarea de los payamédicos es que están capacitados para improvisar y acoplarse a la demanda de su audiencia. La participación de su público es un tema esencial porque para ellos no hay “pacientes” sino “producientes” y el desafío es facilitar la recuperación de la salud.

Algunos estudios realizados por la ONG dieron cuenta de que los pacientes se iban de alta más rápido, se sumaban sin tantas reservas a los trabajos de rehabilitación o aquellos que eran remisos a algunos tratamientos aceptaban, por ejemplo, recibir determinado tipo de medicamentos.

En noviembre, la ciudad de Córdoba será sede del Payacongreso, que se realizará en el Teatro Real los días 20, 21 y 22, abierto al público y permitirá evaluar los aportes interdisciplinarios que colaboran para perfeccionar la labor de los payamédicos. Participarán desde representantes de la Facultad de Filosofía hasta teatristas como Cristina Moreyra, una autoridad y responsable de introducir la técnica del claun.

De los 80 voluntarios que tiene la provincia, el 60% procede del campo vinculado a la medicina -enfermeros, médicos o acompañantes terapéuticos- y el resto se reparte entre artistas y personas de las más diversas actividades, desde amas de casa, a profesores de inglés o ingenieros de sistemas.

“Me siento feliz de transitar este bello camino”, se entusiasma Noely, que intenta ponerle palabras al sentimiento que produce en un artista la risa liberadora que sirve para cambiar el paisaje del hospital.   Piensa con cuidado la respuesta cuando la pregunta apunta a descubrir si es especial o más satisfactorio conquistar el corazón de un niño.

“Con los chicos es más fácil porque tienen la fantasía a flor de piel; pero también es sensacional lograrlo con los adultos, cuando se consigue que entren en un juego parecido al infantil”.

Sólo ellos saben lo que es capaz de sentir ese integrante del público que al cabo de una de esas actuaciones conjuntas recibe un certificado que lo acredita como “Atrapador de burbujas” o “Expedicionista” o “Paseador”, una condición a la que no accede cualquiera y que tiene otros títulos igualmente atractivos, enumerados en un “payabulario” que, como se comprenderá, es el vocabulario de los payamédicos.

Los talleres que dicta Noely Alonso funcionan en Independencia 1142, Córdoba, sede del Centro Universitario Católico que Los Claretianos facilitan para la formación de esos artistas que vienen de campos tan distintos, pero coinciden en sumarle a su oficio la cuota de solidaridad y talento que se necesita para obtener una sonrisa allí donde hay dolor.

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