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Mi camino a un hogar feliz

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Mi camino a un hogar feliz
Duquesa es la gran protagonista de esta historia local

Estuve muy sola, en lo más negro de algún bosque invernal, donde aullaba como los lobos porque no sabía llorar. Donde no es posible pensar encontrar la salida, pero mi destino encerraba la llave de un verdadero hogar, lleno de amor.

Mi vida transcurría tranquila en el hogar en que nací, al lado de mis hermanos y de mi mamá gata que me quería mucho. Un día vino gente y nos estuvieron mirando y acariciando, y yo me sentía feliz. Cuando se fueron noté que faltaban mis dos hermanos. En silencio mi madre los buscó por todas partes; la noté nerviosa y acongojada, ya que solo le quedaba yo.

Me estuvo limpiando toda la noche. No paraba de quererme, como sabiendo que en cualquier momento me llevarían también a mí. Así estuvimos un tiempo, o unos días, ya que no sé cómo se mide el tiempo; empecé a investigar la casa que por derecho era mía, me gustaba… ¡Uy, me agarran unas manitas! Y oigo que alguien dice: “¡Qué haces aquí, pequeña, casi te piso!”. Y me llevaron con mi mamá.

A todo esto mi mamá ya estaba muy recuperada, y yo me sentía feliz de saberme con ella, pero sin olvidar que mis hermanos ya no estaban con nosotros. Empezaron a venir a acariciarme mucho. La verdad es que yo era tan pequeña… Les gustaba verme y agarrarme las pezuñas tan chiquitas.

Pero un día me cambió la vida. Sin darme tiempo a nada me agarraron y estuve mucho rato en esos brazos que tanto conocía y a los que quería tanto, igual que ellos a mí… Empecé a ponerme nerviosa, ya que nunca había estado lejos de mi mamá. De pronto sentí frío y miedo. Estaba en un sitio donde había árboles y mucho césped… ¡Oh, qué bien olía! Me bajaron para que corriera un poco y me quedé allí, sin moverme, esperando a que las manitas volvieran.

Ya no me fui nunca; solo de noche, cuando todo era silencio, para buscar comida. Cuando tenía hambre era desolador, ya que nunca había casi nada a mi alcance. Empecé a aprender a acercarme a las personas que me traían algo cuando se acordaban de mí, y yo contentísima se lo agradecía porque así no tenía que irme (¿y si vinieran las manitas y no me encontraban?).

Fui fiel, los quise y esperé toda la vida. Pasé mucho frío, mucho calor, mucho miedo, y tanta hambre que el estómago se me quedaba pegado, pero yo los seguí esperando… Si no hubiera venido aquella chica que me vio abandonada y con mis tres gatitos recién nacidos, que se preocupó de mí y me buscó un hogar para mí y mis gatines… Pero yo te seguiría esperando…

A mí me prepararon, me hicieron pruebas y test de enfermedades, me pusieron vacunas y me retiraron la leche para poder viajar, y con mi cartilla, siendo ya alguien importante, me puse en camino hacia mi nuevo hogar.

No le hagas a nadie más lo que me hiciste a mí. Fui una gatita abandonada que nunca se dio cuenta de la verdad, que no me querías; ahora lo sé porque he conocido el verdadero amor. Es el respeto hacia mí, es cuidarme y alimentarme; yo sí tengo por fin a mi mamá.

Hoy sé que estuve tres años allí, sola. Nos lo dijo el veterinario, que tenía más o menos tres años y unos meses. Ante todo quiero agradecer a Tali (la mamá de una gatita que se llama Chispa, amiga de mi Ciri y Lara) que me sacara de aquel infierno, y a mi mamá dueña Nana que me cuidó y me preparó para venir a mi hogar donde ahora vivo feliz. Me llamo Duquesa, esta es mi historia, mi verdad.

 

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