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Primer trabajador municipal jubilado

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Primer trabajador municipal jubilado

Dibujo Chirino 15-11Escribe Jesús Chirino

Existen cuestiones obvias que, por considerarlas tales, no nos detenemos a pensarlas, permitiendo que la esencia de las mismas se pierda en la cotidianeidad.

Algo de eso sucede con el reconocimiento a quienes realizan un trabajo remunerado. Suele pasarse por alto que al cumplir con sus tareas, un trabajador pone mucho más que habilidades y saberes.

Sin lugar a dudas, que lo más importante que entregan esos hombres y mujeres, o ponen al servicio del contratante, es su tiempo vital. Para decirlo de otra manera, en el trabajo literalmente van dejando parte de su vida.

Acerca de esto también solemos pasar por alto cuestiones que son obvias como, por ejemplo, que ese tiempo vital es irrecuperable, irremplazable e intransferible. Las horas que se entregaron ya no las tendremos ni podremos intercambiarlas por otras como tampoco alguien podrá transferir tiempo de su vida a otra. Y como si todo eso fuera poco, también suele pasarse por alto algo tan obvio como que el tiempo vital es finito, es decir, que algún momento se nos terminará.

Todas estas son razones de peso para que el trabajo no sea entregado a las denominadas “reglas de mercado” y, por tal razón, con el avance de la sociedad fueron creándose normas protectoras de los trabajadores.

En atención a todo esto es que la presente nota recuerda el primer empleado municipal que pudo gozar del beneficio de una merecida jubilación.

 

Vecino valiente

El diario local Heraldo, en su número del viernes 26 de febrero de 1932, publicó una nota bajo el título Humana mezquindad. El artículo se refería a que por entonces se hallaba a la firma del intendente municipal, Parajón Ortíz, un “decreto disponiendo el remplazo del señor Rafael Pellegrini”, empleado municipal que por entonces cumplía con las tareas de tesorero. Ese hombre cumplió, por más de 40 años, diferentes tareas en la órbita del Estado municipal.

Es así que desde 1890 a 1892 ejerció como concejal de la ciudad. Para dicho cargo fue electo por el voto de los ciudadanos en el mismo acto electoral que Silvestre Peña fuera elegido intendente municipal. En 1903 resultó reelecto y cumplió mandato de concejal hasta 1908, llegando a presidir el cuerpo legislativo local. Fue en este período cuando se produjo una de sus valientes y recordadas acciones en medio de una inundación.

Transcurría el año 1904 y las desbordadas aguas del río Ctalamochita cubrían gran parte de Villa María. La inundación era de tal proporción que el diario Córdoba envió un cronista para cubrir el hecho y en la edición del 31 de marzo de ese año, publicó una nota refiriéndose al altruista acontecimiento que tuvo al concejal como protagonista catalogándolo “como un acto de resignación y valor”.

Según la descripción del cronista, los terraplenes del ferrocarril a Rufino y el del Central Argentino embalsaban el agua que llegó a elevarse por tres o cuatro metros por sobre el nivel de piso. En medio de ello estaba “el stand antiguo del Tiro Federal, donde existía una pequeña pieza. En ella habitaba una mujer del pueblo y tres hijos pequeños”; allí, afirmó el periodista, existía una profundidad de dos metros de agua. “La mujer trepada en una ventana con sus chicos pedía socorro hasta que fue notada por algunos vecinos. El salvataje era casi imposible por la violencia de la corriente y la profundidad de las aguas”.

Fue entonces que apareció la valentía de Rafael Pellegrini, padre de una familia numerosa, quien improvisó una balsa. Sólo el vecino Tristán Díaz Negrete se animó a acompañarlo subido a la endeble embarcación. Pellegrini nadó al lado de la balsa hasta llegar a la casa justo en el momento en que la embravecida correntada arrastró la mujer. El municipal pudo agarrarla y subirla al artefacto, luego sus brazadas lo llevaron hasta los pequeños, a los que también logró salvar. Pero no fue esa la primera vez que Pellegrini salvó a alguien de las aguas bravas del río. En 1891 la creciente rompió el puente a la vez que derribó el terraplén dejando a media Villa Nueva bajo el agua a la vez que aislada.

Los vecinos, bajo una lluvia torrencial, se juntaron en un alto del terreno. Pellegrini sorprendió a todos cuando se arrojó a las aguas, logró vencer la correntada y tendió, de orilla a orilla, una gruesa cuerda con una roldana. El dispositivo permitió hacerle llegar carpas y víveres a los afligidos vecinos. Pasada la inundación, las autoridades quisieron recompensar al valiente villamariense, pero éste rechazó cualquier gesto de ese tenor. También se recuerda que en 1901 salvó a un jóven de 18 años que estuvo a punto de ahogarse en la Laguna Honda.

 

Reconocimiento de derecho

Continuando con las actividades de Pellegrini, debemos decir que en 1908, durante la intendencia de Ferrer, según señala La Voz del Interior, en febrero de 1932, ingresó a la planta de personal administrativo municipal en el cargo de tesorero, función que continuó hasta 1912, fecha que Antonio Bonadero quedó al frente de la administración municipal y nombró a Pellegrini como su secretario.

Siendo intendente Bernardo Seco, en 1914, lo regresó al cargo de tesorero que ejerció hasta 1928, cuando pasó a cumplir tareas como jefe de control. A ese cargo le dedicó sus esfuerzos hasta 1930, cuando nuevamente regresó a la Tesorería municipal hasta la llegada de Parajón Ortiz, que ingresó a la Intendencia y lo dejó cesante.

En la ya referida nota del Heraldo, el medio de prensa se hizo eco de un sentimiento compartido por un importante grupo de vecinos que pensaba que luego de más de 25 años de servicio efectivo como empleado municipal, Pellegrini merecía algo más que un decreto de cesantía. De allí que se sugería “que la municipalidad, en un plausible acto de justicia, retribuyera sus servicios con una pensión a su vejez” para que no “abandonara su oficina y la casa a la que tan estrechamente permaneciera ligado toda su vida sin más satisfacción que las gracias por los importantes servicios prestados”.

Al intendente Parajón Ortiz, de concepciones liberales, no le importó que Pellegrini le hubiera entregado tanto tiempo vital al municipio y haciendo caso omiso a la solicitud de los vecinos, lo cesanteó. Pero tiempos después asumió la Intendencia el radical Emilio Seydell y consideró que eso no era justo y firmó un proyecto de ordenanza que fue acompañado por los concejales Ramón Campagna, Orlando Biassi, Esteban Bono, Esteban Quiberoni y el presidente del Concejo Deliberante, Oscar Truchi. La ordenanza otorgó “la jubilación especial de retiro al señor Rafael Pellegrini”. Debe mencionarse que el Gobierno radical lo había reincorporado y designado encargado del Archivo Municipal. Así, este trabajador, nacido en San Vito, municipio de Luca, Toscana, Italia, en 1851, fue el primer jubilado en el municipio. En su adolescencia emigró a nuestro país para poco tiempo después llegar a Villa María. Casado en primeras nupcias con Nicolasa Sosa, con quien tuvo varios hijos, y luego de enviudar, contrajo matrimonio con María Giusti. La vida de Pellegrini estuvo marcada por acto de servicios a la comunidad.

Participó de las comisiones que fundaron el Hospital, la Sociedad Italiana, el Club Social y la Biblioteca Rivadavia. A lo largo de 10 períodos fue elegido presidente de la Sociedad Italiana. También encabezó la comisión que donó el busto de Dante Alighieri que está enclavado en la avenida Dante Alighieri y Cárcano.

El proyecto que permitió que Pellegrini se jubilara fue el primero que reconoció ese derecho a un empleado municipal de Villa María. Tiempo después eso se agregaría a los derechos conquistados por los trabajadores, aunque cada tanto aparecen concepciones liberales en quienes gobiernan y se vuelve a la precarización laboral.

 

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