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Quedó al descubierto que hay dos Villa María

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Quedó al descubierto que hay dos Villa María
En el gabín de barrio Industrial viven familias en condiciones muy precarias. Y en las últimas semanas se ha visto a varias personas en situación de calle

Opinión – Análisis

Escribe Diego Bengoa
DE NUESTRA REDACCION

El transparentar que hay “dos ciudades en una” es desde hace varios lustros parte de nuestro folclore popular. Es el que por un lado refleja a la conformada por el centro y la costanera, y por el otro la de buena franja del resto del mapa local, especialmente integrado por los barrios más antiguos de la periferia de la geografía villamariense.

Esta visión de dos realidades en el mismo terruño se acentuó durante el accastellismo, largo período en el cual las voces más críticas reiteraban que el exmandatario Eduardo Accastello apuntaba su ojo al desarrollo de la obra pública (con acento en la costanera o en las zonas más vistosas), relegando a otras políticas necesarias.

Hay bastante de cierto en esto, pero también vale consignar que durante sus gestiones se llevó, por caso, las redes de agua potable y cloacas a la totalidad de la ciudad, y la de gas al 98% de Villa María (Martín Gill ahora la extenderá a los 600 domicilios que faltan), servicios esenciales que son unos de los pilares para el combate de la pobreza estructural. Algo que la distingue incluso a nivel país.

Hace dos semanas se conocieron los primeros datos que emanaron del nuevo Centro Estadístico Municipal. Son estimaciones basadas en la Encuesta Trimestral de Hogares (ETH) 2018. De ahí se ratifica que el folclore popular está sentado en la realidad, tal como siempre se presumió: claramente hay dos Villas.

Podrá decirse que esto no es novedad para casi nadie, pero lo concreto es que el sondeo efectuado en una muestra más que representativa (se relevaron más de 800 viviendas) confirma dos caras de una misma tierra.

Una localidad que en promedio es pujante, productiva, con universidades, parque industrial e íconos que permiten diseñar una vidriera brillosa, pero que en el otro lado de la balanza pesan fuertes asimetrías.

Accastello repetía que aquí “no hay countries ni villas”. En parte tenía razón, lo que no quita las profundas desigualdades.

Diversos indicadores sociodemográficos que estimó la ETH coinciden en exhibir promedios positivos a nivel general pero con índices preocupantes en numerosos barrios alejados del centro, en tres de los cuatro puntos cardinales, signos de la exclusión.

Así, la desocupación promedio es de menos de 5 puntos, la cuarta más baja del país según subrayó el intendente Gill, pero si uno ahonda en barriadas se choca con las realidades de, por ejemplo, el Felipe Botta, donde llega al 22,2%, Belgrano con un 18,75%, Bello Horizonte con 12,2%, Villa Albertina con 11,11%, Roque Sáenz Peña con 10,71% y varios más que rozan los dos dígitos.

En promedio, en la localidad viven tres personas por hogar, pero en ámbitos como el San Nicolás o Los Olmos abundan las casas con cinco o más residentes, en gran parte probablemente un hacinamiento causado por la pobreza.

Sucede en el 37,5% del total de viviendas del San Nicolás, el 37,1% de Los Olmos, el 33,3% del Vista Verde, el 31,6% del Bello Horizonte y el 29,6% del Nicolás Avellaneda.

La encuesta arrojó que el 25,8% de los villamarienses no tiene cobertura de salud. Ese porcentaje trepa significativamente en varias geografías. En Los Olmos casi seis de cada diez vecinos no tienen cobertura (59,74%), seguido ahí nomás por el Felipe Botta (59,52% con esta característica), el San Nicolás, donde el 56,76% no posee; La Calera, donde la mitad del poblado está en esa situación y Las Acacias, con el 48,72%. Vale aclarar que todos ellos y ellas no quedan al margen del acceso a la salud, porque hay en la ciudad más de una docena de CAPS y están la Asistencia Pública y el Pasteur.

Si hablamos de educación, salen a la superficie cuadros similares a los anunciados. El promedio está bastante bien (la proporción de asistencia educativa de jóvenes de entre 15 y 18 años es del 83,10% en Villa María), pero entrando a ver por zonas nuevamente emergen las asimetrías. La proporción más baja de asistencia educativa se produjo en el Carlos Pellegrini, con un pavoroso 33,3%. En el Botta y en el San Nicolás es del 50%, o sea que la mitad no va a la escuela.

Esta primera encuesta no reveló índices de pobreza ni de indigencia, lo que surgirá en el segundo operativo, pero lo conocido confirmó dos escenarios muy diferentes en una misma localidad.

Así como Accastello diseminó las redes de servicios básicos, o armó MuniCercas y CAPS en algunas zonas, Gill dio más impulso a la educación y a la salud en el territorio, por ejemplo de la mano de puntos de apertura para la terminalidad educativa y la alfabetización, o programas con acento en la vacunación o el abordaje paliativo de personas con enfermedad crónicas. También incrementó significativamente las salas de los centros de promoción familiar.

No se puede ignorar tampoco que en estas dos caras de la localidad inciden en mucho las políticas macroeconómicas de los gobiernos centrales, tanto antes como ahora (la tasa de desocupación según el censo 2010 era mucho más baja en estos barrios que la actual, lo que deja traslucir los innegables efectos adversos del macrismo), pero evidentemente lo hecho por el municipio no alcanzó para acortar inequidades.

Estas cifras, que desnudan que un montón de villamarienses han quedado al costado del camino, deben transformarse en un sacudón para el Estado local, y también para sus instituciones, la Iglesia y la ciudadanía en general.

Gill (al que hay que valorarle que permitió la recolección de estos datos y que además los mostró) ha tomado ya algunas notas sobre el cachetazo que devolvió el mini censo, y decidió llevar una oficina de empleo a la manzana que ocupó por décadas el Hospital Pasteur, para estar más cerca de territorios rezagados. También allí abrirá un centro de atención primaria de la salud, supliendo el gran hueco que dejó la mudanza del nosocomio provincial. Pero faltará mucho más.

Los datos de Gill en su paso por el Concejo Deliberante              

El último jueves 28 de junio, Gill brindó el primer informe de gestión del año ante el Concejo Deliberante. En materia de inclusión social, señaló que en lo que iba del año, se realizaron 93 intervenciones por desalojo y 75 en casos de guardia de noche y fin de semana, muchos de ellos relacionados a personas en situación de calle. Precisó que por mes, se entregan 1.600 módulos alimenticios con un total de 19 productos y se trabaja con 12 organizaciones comunitarias y comedores.

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