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“Será como una escuela de oficio”

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“Será como una escuela de oficio”
“Lo veo como un premio, pero ante todo como una gran oportunidad de aprender”, señaló Tamagno

Después de más de diez años sin abrirse los concursos para integrar el elenco oficial, la Comedia perteneciente a la Provincia eligió al protagonista de la obra “Volver a Madryn” para ocupar uno de los nueve cargos de Categoría “A”

“Lo veo como un premio, pero ante todo como una gran oportunidad de aprender”, señaló Tamagno

-¿Cómo llegaste a dicha convocatoria? 

-Que se abriera este concurso era algo que venía esperando desde hacía muchos años, los diez años que hago teatro en Córdoba, para ser más preciso. Los concursos eran algo muy ansiado por toda la comunidad teatral y lo demuestran los casi quinientos inscriptos que tuvo la convocatoria. Sí yo esperé diez años, y hacía ya tiempo que los concursos no se abrían, eso quiere decir que por lo menos hace más de una década que el elenco de la Comedia Cordobesa no se renovaba. Me enteré como todo el mundo: mediante el anuncio oficial y el comentario de colegas. Pero cómo son las cosas, que estuve más de diez años esperando esta oportunidad, y cuando llega, yo andaba metido de lleno con todo el cierre del 2º Festival Internacional de Teatro Villa María. Estaba tan cansado y apabullado que había decidido no presentarme. Por suerte mi amigo Rafael Rodríguez, jefe técnico del festival, tomando un café en Córdoba, me instó a que me presentara. Esto fue la noche antes del cierre de la convocatoria. Tenía todos los papeles (antecedentes, etcétera), en Villa María. Así que presentarse fue una odisea: viajar de madrugada a Villa María (sin papeles, porque había perdido el carné de conducir, el título del auto, todo, por lo que viajé al mango por ruta 9), encontrar esos papeles en mi casa de allá, volver rápido a Córdoba, no dormir armando el CV, seleccionando qué papeles presentar y qué no, fotocopiar todo, no encontrar un cyber para hacerlo, ver salir el sol, llegar al teatro y que ya hubiera una cola larguísima de gente. ¡Y para colmo estaba filmando una película para la que estaba citado a las diez! Por suerte un chico me dejó pasar antes, y pude presentar todo. Pero me pasó de todo: rompí el paragolpes viajando, gasté no sé cuánta plata en papeles, no dormí esa noche sumando una noche más sin dormir a las que traía del festival (risas), fue muy divertido. Por suerte valió la pena. Uno hace estas cosas porque, aunque no salgan, siempre valen la pena. Como dice Ale Orlando, mi compañero de “Volver a Madryn”: “Si sale bien, nos comemos un asado; y si sale mal, ¡nos comemos un asado!”.    

-¿Cómo fue el proceso de selección? 

-Es un concurso por antecedentes y por oposición. Esto quiere decir que hay una primera etapa en la que te inscribís presentando tus antecedentes (experiencia y formación previa), a través del currículum, en donde te dicen si pasás o no a la oposición. La oposición, a su vez, consiste en presentar dos monólogos con un máximo de diez minutos de duración cada uno. Uno de esos monólogos te lo dan ellos (te daban dos opciones de texto y vos elegías uno), y otro era libre, es decir, que podías elegir el que vos quisieras. De los que me dieron ellos elegí el “Edipo Rey” de Sófocles y después opté por el monólogo final de “El zoo de cristal” de Tennessee Williams, donde Tom abandona su casa para ser artista: no me di cuenta que estaba eligiendo un texto que retrataba exactamente lo que me estaba viviendo. Es algo realmente difícil, porque es como un casting: pasás, te presentás, y te dicen “bueno, mostranos lo que hiciste”. Y así, a escenario pelado y con luces generales, le ponés el cuerpo a un teatro de supuestamente para quinientas personas donde sólo hay cinco butacas ocupadas: el jurado. A esto sumale que el tiempo para preparar las cosas era realmente escueto. Si no me equivoco, desde que anunciaron el concurso hasta que se realizaron las pruebas, sólo pasaron quince días. Yo, además, estaba de gira los fines de semana y filmando durante la semana, más todos los demás trabajos rutinarios que realizo. Solo tuve oportunidad de pasar dos veces cada texto, frente a cuatro personas distintas que me ayudaron con su mirada (el actor Adrián Azaceta y los directores Martín Gaetán, Rodrigo Cuesta y Eugenia Hadandoniou). En fin, ¡una locura! Pero como me dijo Eugenia: “Nacho, hace diez años que te venís preparando en esto, confiá y lanzate a la pileta. ¡Y eso hice!”.

 

-¿Qué se siente haber sido elegido? 

-Para mí, es súper extraño. Todavía no caigo. Es un sueño hecho realidad, que se inscribe en un momento muy particular de mi vida artística. Hace un año atrás, había decidido dejar de actuar para volver a vivir en Villa María. No quería saber más nada con el teatro, con pararme al frente de espectadores o cámaras. Quería irme a vivir con los caballos, al campo donde crecí. Y eso hice, en parte. Pero justo cuando terminé de armarme mi rancho entre los árboles, Rodrigo Cuesta, inesperadamente, me llama y me dice: “Estoy empezando a ensayar una obra y hay un personaje que quiero que lo hagas vos”. No me pude resistir a ese desafío, si Rodrigo me llama, yo voy. Así que me subí y lo hice. Viajaba todos los días a las 15 para entrar a ensayo a las 17, y a la medianoche pegaba la vuelta para entrar a trabajar a las 7. Fue otra locura. Y ahora esto. Se ve que tenía que actuar nomás. Yo provengo del teatro independiente, soy un actor de teatros pequeños, poco convencionales, donde a veces actuás en escenarios reducidos para no más de cincuenta personas. Acá, en cambio, el escenario es enorme y hay butacas para quinientos par de ojos. Es otro mundo, otra actuación, otra relación con el público. Serán dos años donde deberé actuar lo que me digan, con gente que no elijo, en un escenario que debo aprender. Así que lo veo como eso: como un premio, pero ante todo como una gran oportunidad de aprender de esa forma de hacer teatro, de mis colegas que son bárbaros, de ese escenario grandote, de los textos que me tiren y yo deberé hacer como si amara y lo hubiera elegido. Será una escuela de oficio. Y por suerte, recibí muchas muestras de cariños de muchísimos colegas. 

-Esta distinción, también viene a coronar un año formidable para vos en materia profesional con el trabajo desarrollado en «Volver a Madryn» y lo realizado dentro del Instituto de Teatro. 

-No sé si ha sido un año formidable. Cargado, sí. Exitoso, si querés. Pero fue un año muy difícil para mí, un año muy conflictivo, un año clave en esos conflictos y en las decisiones que tomé alrededor de ellos. No fue placentero. Salí hecho otro tipo. Me volví otra persona, perdí mucha inocencia, volví a actuar, ayudé en muchas cosas que quería ayudar (me refiero a lo que hago, de forma ad honorem, para el teatro de Villa María a través del Instituto Nacional de Teatro). “Volver a Madryn” fue lo mejor, un oasis de trabajo y amistad, con gente muy grosa como son mis tres compañeros. 

-¿Qué se viene para 2017? 

-Hace poquito junto a Ana Apontes, de la productora Cine El Calefón, nos ganamos la Beca a las Creación del Fondo Nacional de las Artes para un proyecto cinematográfico experimental en base a un guión que escribí yo y que luego retomamos juntos. Así que el año arrancará con eso, con el rodaje de esta película que más que todo será un hermoso experimento sobre las posibilidades del lenguaje cinematográfico en cruce con la creación actoral. Por suerte en este proceso, el primero nuestro como directores, se nos sumaron dos actores muy importantes del teatro porteño. También estamos preparando un espectáculo con Diego Aramburo, director boliviano, y con Eugenia Hadandoniou. Algo que será muy importante para mí porque Diego es un director que admiro y, según sé, es muy exigente. Y otra obra con Rodrigo Cuesta, seguramente. También se vienen muchos libros con Pasto Ediciones (sello editorial que lancé este año), algunos de poesía, otros de teatro. Pero ahora hay que ver que nos depara la Comedia.      J.R.S.

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