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Te llevo sobre la piel

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Te llevo sobre la piel
El escudo de Alumni está tatuado en muchos cuerpos villamarienses

En medio de los tatuajes de Boca y River, hay quienes marcan la diferencia con su piel pintada con los colores de los clubes del fútbol doméstico, cada uno con su historia particular

El León saltando desde el escudo, un tatuaje elogiado por los hinchas de Alem

Escribe Daniel Rodríguez

En tiempos en donde todos estamos interconectados ellos son el cable a tierra: nos conectan con lo nuestro. Si resulta extraño para algunos alentar equipos a la distancia, teniendo estadios de la liga doméstica por todos lados, imagínese lector el pavor que les ataca cuando algunos se presentan como confesos hinchas del Barcelona o Real Madrid. Y sí… es la globalización -con todo lo trillado de la frase-.

En medio de toda esa masa están ellos, quienes decidieron hacer de su piel una extensión de su club amado. Con sangre y tinta firmaron un amor que va a ser eterno y va a morir con ellos.

Hay diversos (y de los más variados) tipos de tatuajes. Muchos tienen estampado el escudo de Boca o River en sus hombros o pantorrillas. Pero ellos no. Ellos son de acá y están orgullosos de serlo.

Y ahí están cada domingo, con sus brazos sobre el bufé en el entretiempo y con un pantalón corto que deja ver la marca de su orgullo. Ahí están ellas, también, con la tinta como una firma y contentas de poder compartirles a todos el causal de su alegría sin siquiera deber cruzar una palabra para afirmarlo.

 

Alumni es la pasión de muchos villamarienses. Y Federico lo muestra orgulloso

Los colores son parte

“A este tatuaje me lo hice cuando quedamos afuera del Torneo Federal C”, dice Carli Pedernera, inconfundible hincha de Alem, mientras muestra su hombro derecho. Allí se visualiza un león, que atraviesa el escudo (con todo lo que esto significa). “Yo no soy el único”, agrega. “El primero fue El Gitano Beltramo (quien falleció hace un par de meses) y muchos más que tienen algo tatuado”. El está ahí, con sus manos en el alambrado, todos los domingos y comparte con gran parte de su familia su pasión. Hasta sus primos han jugado con la Tricolor (los primos Nicolás y Jorge Pedernera) y su identificación no tiene lugar a dudas. Otro a quien también podemos mencionar es Eduardo Bordini, el cual tiene una familia identificada con el equipo villanovense de calle Marcos Juárez y que, en un brazo, tiene estampado el escudo. “No me acuerdo cuándo me lo hice”, comenta, con una sonrisa. “Fue hace muchos años. Es más, fue mi primer tatuaje”. Y finaliza: “Me lo hice antes que los de mis hijos, qué locura”. Sí. El sentido de pertenencia cruza muchos límites.

Federico, en tanto, tiene en su pantorrilla derecha, con un rojo radiante, el escudo de Alumni. “Estoy orgulloso de llevarlo en la piel y en el corazón”, comenta con su pecho inflado, recordando cada tarde en la tribuna de cemento de Plaza Ocampo. “Me lo hice en 2008 y básicamente representa lo que es el club en mi vida. Uno crece, pero el amor sigue intacto”, afirma.

“He viajado por casi toda la argentina solo por ver dos horas al Fortín”, recuerda orgulloso, y agrega: “Vos decís Villa María en cualquier lado y te dicen Alumni. Representamos una ciudad muy desagradecida, pero confío que las buenas ya van a llegar”.

 

Rocío Vera lleva los colores de Colón con mucho orgullo

De festejos y recuerdos

Rocío Vera es prácticamente quien inició esta crónica. ¿Cómo no? Es que ella, a los 15 años, decidió hacer su sesión de fotos en el estadio “Socios Fundadores”. Sí, en la cancha de Colón de Arroyo Cabral. Y eso no fue todo. Hace seis años atrás decidió imprimir en su omóplato el escudo rojinegro. “Colón fue y es parte de mi vida”, dice, totalmente convencida.

“Desde bebé, mi papá (David Vera, quien fuera delegado en un momento) me llevó a la cancha todos los domingos y cuando fui creciendo comencé a prestar atención a los partidos. Vivíamos hablando toda la semana de fútbol, del domingo y los resultados”, rememora ella, mientras muestra una foto que más que foto es un tesoro: es Rocío con su papá en el estadio cuando ella tenía apenas un año. Ahí es donde encontramos cómo los colores y la vida misma van creciendo como líneas paralelas que siempre terminan siendo una sola, que se mezclan y se vuelven una mezcla homogénea. Todos los domingos en la cancha, en las buenas y en las malas. Así es ella y sabe que eso no va a tener nunca manera de modificarse.

 

El escudo de Yrigoyen se lo hizo Ezequiel, a los 20 años

Junto al Diablo

“Yo me lo hice en el primer campeonato de 2015”, cuenta Ezequiel, que luce orgulloso el escudo de Hipólito Yrigoyen de Tío Pujio.

“Tenía 20 años, amo al club y dejé de jugar para terminar el secundario, pero lo que nunca dejé fue de ir a verlo todos los domingos. Es una gran pasión que siento por los colores y por eso decidí tatuarme”, concluyó con una simpatía increíble, que no es más que la simpatía por el Demonio de ruta 9.

“No hay muchas explicaciones ni palabras que agregar”, dice Rodrigo. “Alem es así: se lleva en la piel”. Tute, como lo conocen también en la tribuna, tiene en un gemelo el escudo del León villanovense. Por debajo de dicho escudo aparece “Hasta la muerte” como inscripción de un amor eterno. El hoy tiene 28 y se lo hizo hace 10 años.

“Yo soy de Villa María y nací de Alumni”, dice Valeria despejando cualquier duda. “Me lo tatué hace seis años”. Ella también tiene el escudo fortinero y piensa que las tintas no necesitan tantas explicaciones porque se explican solas.

Así son ellos y así somos nosotros. Porque lejos de las grandezas, los flashes eternos y los debates televisivos el germen futbolístico sigue presente. Con la cercanía (que tal vez alimenta más cada sentir) de encontrarse a los jugadores en el supermercado, por ejemplo, y compartir mucho más que una foto con ellos. Esa pureza que aún mantiene el interior y que vuelve tan puro los sentimientos locales, alejándolo de cualquier vanidad.

 

El escudo de Alumni está tatuado en muchos cuerpos villamarienses

El “jugador hincha”

“Hay otro muchacho acá en Cabral que también está tatuado”, comentan. “Consultá por Juan Amaya”. Vamos en su búsqueda y nos comunicamos con él. Efectivamente tiene un tatuaje del equipo, pero ¡también es jugador! Sí.

“No soy de muchas palabras”, sentencia, casi iniciando la charla; pero luego el corazón puede más y se sincera: “El hincha siempre anda con algo de su club: un pantalón, una remera, gorras… algo. Bueno. Yo ando con el escudo de Colón en la piel”, asegura Juan, mientras dice que el club es lo que le produce mayor alegría, conjuntamente a su hija.

Bordini y el escudo de Alem, una imagen querida en la familia

Hace un tiempo pudo volver a formar parte del club y llevar la casaca de la Primera división del elenco. Tiene 29 años y siempre jugó en el mismo equipo, pero había estado un tiempo sin poder hacerlo. “Cuando volví a jugar, el año pasado, decidí hacérmelo”, comenta el “5” del “sangre y luto” cabralense. “¿Cómo decirlo?”, pregunta, buscando palabras. Y reanuda: “No siempre son alegrías, pero es todo por amor al club”.

Historias que se diferencian en colores, pero se unen en cuanto al amor y la significancia. Dueños de un lenguaje simbólico y silencioso que grita gol y que sigue apoyando en las malas y en las malísimas. Inmodificable y descomunal. Un cariño digno de mencionar y que con cientos de letras más uno no podría dejar de enumerar sus cualidades.

Solo resta aplaudir desde estas líneas.

 

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