Hasta el último hombre

Después de tomarse un buen tiempo, Mel Gibson vuelve a la pantalla como director de cine. Detrás de la necesidad de los norteamericanos de buscar héroes “alternativos” como “Sully: hazaña en el Hudson”, “Hasta el último hombre” está basada en hechos reales y narra la historia de un hombre con convicciones humanitarias y religiosas, con la diatriba de ser útil en la Segunda Guerra Mundial, pero sin utilizar un arma. Alistándose en la filas del Ejército para servir como médico, cuenta la instrucción, el señalamiento de sus compañeros como cobarde y el hostigamiento de sus superiores por negarse a tomar un rifle.

Desmond Doss (Andrew Garfield) consigue su objetivo y es enviado al terrible desembarco y toma de la isla de Okinawa, para batallar contra el ejército japonés. Siempre fiel a sus principios y bajo el recelo de sus camaradas del batallón, demuestra su valor salvando como médico a 75 hombres heridos, consiguiendo el respeto de sus compañeros y medallas de honor por su valor.

¿Por qué él?

Se inserta dentro de la comedia que involucra a una familia con un padre sobreprotector. El filme, con el protagónico de James Franco, cuenta cómo el cariñoso Ned (Bryan Cranston), en sus vacaciones visita a su hija en la universidad donde conocerá su mayor pesadilla: su yerno. Hasta ahora, su novio Laird (Franco) es un multimillonario de Silicon Valley bien intencionado pero socialmente inadaptado y bastante complicado.

Laird carece de cualquier filtro y, desde la visión de su padre, es lo menos indicado para su hija. La rivalidad y el nivel de pánico de Ned se disparan cuando se encuentran.