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Bullying: “Los chicos no hablan porque sienten que no los escuchan”

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Bullying: “Los chicos no hablan porque sienten que no los escuchan”
“Los chicos se callan cuando la mirada del padre o del docente es ‘vos tendrías que ser más abierto, flexible, jugar a lo que ellos dicen’. Ponemos la mirada en ese chico que lo está padeciendo”, afirmó Zysman

Escribe Celeste Coschica DE NUESTRA REDACCION

La especialista es autora de varios libros sobre la temática y dirige el equipo “Libres de Bullying”, reconocido por su trabajo a nivel mundial

“Los chicos se callan cuando la mirada del padre o del docente es ‘vos tendrías que ser más abierto, flexible, jugar a lo que ellos dicen’. Ponemos la mirada en ese chico que lo está padeciendo”, afirmó Zysman

La licenciada en psicopedagogía María Zysman será una de las especialistas encargadas de llevar adelante la diplomatura virtual “Análisis y prevención del bullying y ciberbullying”, brindada por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM).

Zysman coordina equipos de integración escolar de niños con necesidades especiales y dirige el equipo “Libres de Bullying”. Además, es autora del libro “Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar” (Paidós, 2014).

A días de iniciar el trayecto pedagógico, EL DIARIO entrevistó a la licenciada, quien explicó por qué es importante conocer sobre el tema y cómo deben manejarlo docentes y padres.

-En los últimos tiempos es un término que se escucha cada vez más, pero, ¿qué es el bullying?

-Es una forma de violencia. No es sinónimo de violencia, sino una de las formas que puede adoptar. Consiste en todo aquello que se le hace a un chico para excluirlo de un grupo y hacerlo sufrir. Esto, con mecanismos que apuntan a la humillación, a la denigración. Es de manera sostenida, no algo que empieza y termina. Se necesita de un tiempo para lograr este objetivo de avergonzar y exponer al ridículo al otro. Van probando qué le duele al otro, no es de manera tan consciente, pero sí se van detectando los talones de Aquiles, los puntos flojos del otro y para ocupar un lugar de privilegio en un grupo, hay quien dirige este hostigamiento.

-¿Siempre se logra?

-Se logra si hay un montón de chicos que lo siguen, lo apoyan, se divierten, se ríen, son testigos de este ridículo. Si no, pierde el sentido. Aparece cuando hay un destinatario y alguien más que está mirando.

Para lograr que un compañero se quede solo y excluido, recurren a todos los mecanismos posibles, desde lo físico, lo psicológico, lo verbal, lo simbólico. No hay un bullying verbal y uno simbólico, sino que todas las acciones que apunten a humillar a alguien van a formar parte de esta estructura.

-¿Hay perfiles de acosador y acosado?

-La característica principal es que esto se va construyendo entre varias personas. No es por algo propio de uno o de otro, sino que tiene que haber una complementariedad de roles y un sistema escolar que lo sostenga. Hay ciertas características que tienen que ver con la soledad, con la vulnerabilidad. Hay chicos más fácilmente hostigables porque son retraídos, les faltan recursos de afrontamiento, porque no saben o no entienden cómo defenderse. Pero eso en sí mismo no justifica lo que les hacen los demás. Puede ser que un chico con todos los factores de riesgo posibles esté en un colegio donde no le sucede. Y no le sucede porque no hay nadie que se aproveche de eso, no hay quien necesite llamar la atención y ocupar un lugar en función de eso. O porque los maestros tienen una posición ante el problema bien clara e intervienen apenas aparece. Es muy común que quien es víctima de bullying no lo cuente desde un primer momento.

“En general, cuando un chico busca molestar la vida de otro es porque algo le está faltando, algo le está pasando”, sostuvo Zysman

-¿Cuáles son los signos de alarma que los profesores o los padres en sus casas deben advertir?

-Las personas que sufren acoso cambian su forma de ser. Cambian la forma de vincularse con la familia, con la tarea, con la escuela. Empiezan a quejarse. Pero lo chicos que padecen bullying no se plantan frente a alguien y reconocen que es eso lo que les está pasando. Es tan sutil. Por ahí se desvirtuó el uso de la palabra, pero el que va cayendo en esto lo hace de una manera tan suave y retorcida que el que lo sufre hasta cree que lo merece.

Cuando uno empieza a creer que los otros tienen razón en lo que dicen, no les llama la atención. Lo demuestran con su conducta, con trastornos de sueño o de alimentación. Tengo mis recaudos al dar los signos porque pueden ser de otra cosa al mismo tiempo, pero cuando hay bullying, lo que tenemos que tratar es que los chicos se expresen, que cuenten lo que les está pasando sin temor a que nosotros los juzguemos.

Los chicos se callan cuando la mirada del padre o del docente es “vos tendrías que ser más abierto, flexible, jugar a lo que ellos dicen”. Ponemos la mirada en ese chico que lo está padeciendo. En su lugar hay que decir “te voy a ayudar, entiendo lo que te está pasando”. Hay que poder charlar, no acusarlo.

También hay que evaluar el sufrimiento de los chicos acorde a la edad evolutiva que ellos tienen. Lo que hace sufrir a una chica de 14 años no es lo mismo para alguien de 50. Hay que estar abiertos al diálogo y a la escucha y al trabajo en conjunto con los otros.

-¿Los profesores y los padres están preparados para reconocer el problema?

-Ahora se sabe más que antes. Vemos el fruto del trabajo de lo que estamos llevando adelante. Lo que pasa es que paralelamente a la formación o la capacitación, vivimos en una sociedad donde la intolerancia esta siendo moneda corriente. Es muy difícil pretender o pensar que en la escuela va a estar todo bárbaro y que los chicos van a saber escuchar cuando llegan a sus casas y ni su mamá escucha a su papá o su papá al vecino. En los semáforos, en las esquinas, estamos todos tan irascibles que es difícil transmitirles a los chicos que las cosas pueden ser distintas. En eso veo un obstáculo.

De las capacitaciones nos vamos siempre con cosas para pensar. Siempre planteamos preguntas más allá de las respuestas. Que cada institución pueda hacer una autocrítica y ver cómo resolver sus fallas. No por cumplir un protocolo o un instructivo, sino reconocerse como si pasara en una familia.

-En varios casos de bullying el victimario puede hacer quedar a la víctima como culpable, ¿cómo se puede hacer esta identificación?

-Se puede: despacio, con calma y sin meter la pata. Si yo pienso que a mi hijo le están haciendo bullying y él está sufriendo y no me lo dice, me tengo que acercar con cuidado a hablar con él. Pero al mismo tiempo, si en la escuela me dicen que mi hijo o mi hija está teniendo este tipo de conductas hostigadoras hacia sus compañeros, tengo que considerar que lo que está haciendo está mal, pero que mi hijo no es malo. Muchas veces los chicos son de una manera en la casa y de otra en el colegio. No es que se transforma, sino que uno en su ambiente más de seguridad y contención, se maneja de una forma y cuando tiene que salir al mundo, a pelear por su lugar, obtener cosas y cumplir con los deseos, saca otra parte de sí mismo.

Hay que escuchar lo que dicen las escuelas, los maestros, el preceptor y comprometerme a trabajar junto con ellos. A veces es muy angustiante para los padres descubrir que su hijo maltrata a otro y en la clínica lo vemos, se sorprenden de verdad. No porque sean malos padres o estén desconectados, sino porque los chicos tienen un mundo privado.

Es lógico que no compartan todo con los padres, más en la adolescencia. Entonces, nos sorprendemos y sentimos que fracasamos. Pero son pedidos de ayuda que están haciendo los chicos. En general, cuando buscan jorobar la vida de otro es porque algo les está faltando, algo le está pasando. Eso no quiere decir que hay que permitírselo, porque sufre otro, pero si no entendemos el sentido que tiene para el que hostiga, no lo vamos a poder desarmar.

Hay que tener una presencia activa, no desde la vigilancia, sino desde el acompañamiento. Que sepan que estamos, ya sea como docentes o padres.

Por ejemplo, lo que sucede con el ciberbullying, sucede desde una habitación. ¿Tiene que estar permanentemente la mamá adelante? No. Pero tenemos que ver qué es lo que hace que un chico esté haciendo eso en vez de cualquier otra cosa.

-¿De qué forma los padres deben controlar a sus hijos?

-Tienen que interesarse. Ver cómo están con sus amigos. Si salen, ver en qué estado vuelven. Como hablan del otro. No es fácil decirlo en general, porque cada familia es única, cada chico es único. Pero sí pensar desde qué lugar se hace amigo, que considera ser amigo de otros. Muchas veces con tal de pertenecer, hacen cosas de las que no están del todo convencidos, pero no quieren quedar afuera o excluidos. A todo esto hay que encontrar un modo de hablarlo en familia y eso es lo que está costando mucho. Una familia que se escuche, que pueda plantear sus errores, sus preocupaciones. Los adolescentes necesitan de la presencia de los padres como nosotros la de los nuestros. Es complicado establecer el límite hasta dónde me meto y dónde le doy su espacio.

Pero hoy estamos cada uno en la nuestra y la generación de padres se maneja de igual a igual con los hijos, como si fueran amigos. Pero no somos amigos. No hay que volver como una cosa nostálgica, pero sí encontrar un nuevo modo de acompañar a los chicos.

-¿Siempre existió el bullying?

-La problemática del bullying tiene muchos costados. Hay muchas cuestiones que hacen que aparezca como síntoma de algo. Siempre existió, pero hoy está mucho más complicado.

Se da entre chicas, chicos, todos por igual. Hoy escucho los pedidos de ayuda de varones, remitiendo a situaciones que anteriormente pensamos que eran de chicas, como qué tienen puesto, si saca lomo o no saca lomo. Varones que arman grupos de WhatsApp para hablar mal de un chico.

Lo que es preocupante es que empiezan a tener estas conductas cada vez desde más chicos que antes. Buscan ser adolescentes muy rápido y en esta búsqueda está todo esto también. Cuando todavía la vida social de los chicos las manejamos los padres tenemos mucho para aportar.

Si viene mi hija y dice “nos juntamos todas las del grado, pero yo no quiero que venga una sola”, no hay que permitirlo. Dejar pasar estas cosas puede generar situaciones que compliquen la vida de nuestro propio hijo, porque yo le enseñé eso.

-¿Cuáles son las consecuencias que puede traer a una persona haber sido víctima de bullying?

-Lo que se ve es que tienen una autoestima muy baja las personas que atravesaron por esto en su infancia. Pero no es que si uno pasó por esta situación, ya tiene destinado un tipo de vida horrible. Se me acercan chicos después de talleres y me dicen “me hicieron bullying, ¿ya no puedo cambiar nada?”. Y la respuesta por supuesto es que no es así, si fuera así no estaríamos hablando. Hay mucho por hacer. Lo que va a determinar el mayor daño es si nadie escuchó sus pedidos de ayuda, si nadie hizo nada, si no lo pudimos contar nunca. Hay gente que tiene 50 ó 60 años y tiene la bronca guardada porque nunca lo pudo contar, se larga a llorar. Pero no hay un solo desenlace.

Lo que los chicos dicen es “no es que no hablamos porque nos amenaza nuestro compañero, sino que cuando lo hacemos no nos escuchan. ¿Para qué hablo si nadie hace nada?”. Lo que tenemos que hablar con los chicos es que cuando hablan es para resolver, no para que no pase nada.

 

“Las personas que sufren acoso cambian su forma de ser. Cambian la forma de vincularse con la familia, con la tarea, con la escuela. Empiezan a quejarse”. 

“Cuando hay bullying, lo que tenemos que tratar es que los chicos se expresen, que cuenten lo que les está pasando sin temor a que nosotros los juzguemos”.

“Se va construyendo entre varias personas. No es por algo propio de uno o de otro, sino que tiene que haber roles complementarios y un sistema escolar que lo sostenga”.

“Por ahí se desvirtuó el uso de la palabra, pero el que va cayendo en esto lo hace de una manera tan suave y retorcida, que el que lo sufre hasta cree que lo merece”.

 

Inicia el 21 de abril – Diplomatura en la UNVM sobre bullying y cyberbullying

A través de su Instituto de Extensión, la UNVM abrió las inscripciones para la primera edición 2017 de su diplomatura virtual “Análisis y prevención del bullying y ciberbullying”.

Se trata de un curso online destinado a docentes y directivos de Nivel Inicial, Primario y Medio; psicopedagogos, psicólogos, terapeutas, educadores y profesionales vinculados a la enseñanza y el aprendizaje. Las inscripciones se encuentran abiertas. e inicia el 21 de abril.

El programa de la diplomatura virtual propone ejes temáticos complementarios a cargo de las especialistas María Zysman y Marcela Czarny. Aborda el análisis y prevención del bullying y del ciberbullying, con el objetivo de capacitar a profesionales de todo el país que intervienen en ámbitos de aprendizaje diversos.

Se cursa online, accediendo a los contenidos y espacios de comunicación en un aula virtual que permite la libre elección de horarios de conexión y el ingreso desde cualquier computadora y/o dispositivo móvil.

El cupo de vacantes es limitado en la primera edición de 2017. Los interesados en inscribirse deben ingresar en www.aulaabierta.info o escribir a aula.abierta@unvm.edu.ar

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