Ruth Padilla Deborst evaluó que “hace falta un parate” para reflexionar sobre lo que sucede y empezar a poder cambiar. “Hay que beber de una ética de conciencia social”, consideró
Una singular convocatoria que hace foco en la reflexión sobre la corrupción tiene lugar desde hace diez días en la Casa de la Familia, en barrio Vista Verde de Villa María.
La actividad, que finalizará hoy, gira sobre este tema desde una pregunta inquietante: ¿víctimas o cómplices?
La iniciativa es impulsada por IFES América Latina (International Fellowship of Evangelical Students), la comunidad internacional de estudiantes evangélicos, y fue declarada tanto de Interés Municipal como Provincial.
Lorena Brondani indicó a EL DIARIO que participan del encuentro estudiantes universitarios cristianos que ya cursan carreras de manera avanzada. El grueso de los asistentes tiene entre 22 y 29 años y pertenecen a diversas carreras que se dictan en nuestro país, como también en Chile, Paraguay, Uruguay y Brasil. Este matutino entrevistó a varios de ellos (ver página 3) y sobresalió la coincidencia de verse como parte de la corrupción generalizada.
El megaencuentro concentra a más de cien estudiantes y profesionales y arrancó en la tarde del domingo 14 de enero. Cerrará hoy.
Ayer disertó la educadora Ruth Padilla Deborst, una mujer con estudios lingüísticos, en Educación y en Teología, y de vasta trayectoria.
Entrevistada por este medio, consideró que actualmente el panorama en torno a la corrupción “es crítico”.
“La corrupción atraviesa todos los niveles de la vida, desde lo más íntimo y personal hasta lo más estructural, político y económico”, evaluó.
Por eso, consideró que es importante “tomar conciencia de todos esos niveles y ver entonces qué postura asumimos”.
También se inmiscuyó en reconocer “las raíces de la corrupción, en términos de la ultravalorización de las cosas materiales y del aparentar, en lugar de invertir en relaciones apropiadas”.
“La desvalorización de las personas versus las cosas lleva a todo tipo de corrupción en todo nivel”, opinó.
La educadora brindó una magnitud de la corrupción al caracterizarla como “el aire que respiramos” y dijo que “estamos inmunes” a esto, por lo que “hace falta un parate, mirarla, pensarla, enfrentarla, desde lo más personal hasta lo más estructural, político, económico y ecológico”.
-Por lo general hacemos foco en quienes gobiernan. ¿Los gobernantes son el reflejo de lo que somos?
-Claro, el gobernante no empezó como poderoso, empezó en algún otro lado, y es muy fácil apuntar al problema de otros, de las estructuras y demás.
No obstante, hay que hacerlo, hay que buscar cuestiones como la transparencia internacional, generar esfuerzos de incidencia frente al abuso, hay gente que debe estar involucrada en esto.
Pero tenemos que mirar también lo más chiquito, la viveza criolla, la mentirita blanca, tantas cosas que son parte de un sistema que valora eso de que si sos lo suficientemente vivo zafas.
-¿Cómo se revierte?
-Como cristiana tenemos recursos particulares.
Una comunidad de fe que nos ayuda a recordar, reforzar, entender otros valores que los del sistema imperante es una respuesta importante.
Hay que beber profundamente de las fuentes de nuestra fe cristiana y de una ética a la cual llama toda la Biblia, una ética de conciencia social, de respuesta a la necesidad de otro, en lugar de beneficio propio.
Y una comunidad que ayude también a rendir cuentas y a ver cómo vamos en esto de vivir de una manera alternativa que construya alternativa, que no solo se queje del problema sino que viva de manera diferente.
