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El abogado y su doble

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El abogado y su doble
Pilar Monesterolo

Con más de 50 años ejerciendo el Derecho y la dramaturgia, Pilar Pedro Monesterolo es un ícono del arte local. En 1965 fundó la Agrupación Teatral Independiente (ATI) y en 1972 participó de la creación del Teatro Estable de Villa María, al que dirigió durante 30 años. También se dedicó a formar actores, elencos y salas en Pasco e Idiazábal. Alejado de las tablas desde hace un año por un problema de salud, sólo piensa en volver a dirigir

Tarde gris y de lluvia. El invierno ha vuelto a traspapelar sus días en el almanaque de la primavera. Son las seis de la tarde pero parecen las diez de la noche. Golpeo la puerta del estudio de calle Lisandro de la Torre y me abre una chica rubia. “Pase. El abogado lo está esperando”, me dice con voz de contestador automático y “ojos Sharon Stone”. La sigo hasta una oficina interna y con un ademán me hace entrar. Es una sonrisa neutra y breve, como un aleteo de colibrí. La veo marcharse por el pasillo y algo en ella (sus modales, su clase, su fina indiferencia) me hacen pensar en una femme fatal de otros tiempos. Podría ser Jessica Lange en “El cartero llama dos veces” o Faye Dunoway en “Chinatown”. No sé por qué he tenido esta regresión en mi percepción; pero al entrar en la oficina confirmo la sensación de estar en un “policial” del pasado. Porque el hombre que me espera gasta un traje marrón antiguo (alta costura clásica que no pasa de moda) y una corbata algo anticuada pero de mucha clase. El mobiliario, a su vez, está compuesto por un escritorio y dos sillas de fabuloso roble tallado bajo una lámpara amarillenta. Y al fondo, un empapelado con flores desteñidas pone un telón de por lo menos, cincuenta primaveras. “Pilar Monesterolo, mucho gusto. Ponéte cómodo”, me dice el hombre con ademanes prácticos pero afables. Y yo, que no alcanzo a pronunciar mi nombre (por olvido o por vergüenza) le estrecho la mano a la leyenda por encima de las carpetas.

 

Memorias del subsuelo

-Esta nota es sobre teatro, pero la primera pregunta es por los dos mundos en los que ha vivido durante cincuenta años ¿Cómo compatibilizó las tablas con el Código Civil?

-El teatro y la abogacía no son para nada incompatibles. Por el contrario, son actividades que se complementan. De hecho, el ejercicio público de la profesión exige una alta dosis de actuación. Ni qué decir en el procedimiento oral y público. Todos los abogados tenemos una alta cuota de histrionismo. Incluso nos disfrazamos de abogados con estos trajes un poco ridículos -Y Pilar sonríe. No será la única vez que lo haga en esta nota. Su risa es breve, acaso porque algo en él pareciera controlar los sentimientos.

-Sin embargo, no debió ser fácil darle su tiempo a dos actividades tan absorbentes…

-Eso es cierto. Pero el teatro fue siempre mi cable a tierra y yo no aprendí en mi vida otra cosa. Hace poco tuve un problema de salud muy grave. Fue en febrero. Estuve dos meses en coma y hasta me fueron a dar la extremaunción. Cuando volví a casa, el médico me dijo “olvídese del teatro, de su empresa y de seguir siendo asesor del intendente. Eso genera mucho estrés”… Bueno, quizás pueda vivir sin esas cosas, pero sin el teatro no creo que pueda vivir…

-¿Y desde cuándo el teatro es su cable a tierra?

-Desde que tengo uso de razón. Yo tenía 14 años cuando actué por primera vez en una obra. Fue en el año ´54 en el Colegio Nacional, que había traído a un profesor de Buenos Aires. Jorge Mazzuco trabajaba de gerente en el Banco de Préstamos y el rector Carranza Llanos, que promovió mucho la actividad, lo llamó. Desde ese día hice teatro de forma ininterrumpida hasta el problema que te dije…

-Sin embargo, no se quedó con lo aprendido en el colegio…

– No, claro. Si bien seguí en el grupo como exalumno, empecé a cursar en la Escuela de Arte de Córdoba. Con el Nacional hicimos obras durante unos años hasta que fundamos en el 65 la Asociacón de Teatro Independiente (ATI). Estaba Mario Grasso, Daniel Tieffenberg, Puqui Charras, Maldonado… Como por ese entonces yo fui nombrado rector de los Trinitarios, la escuela nos prestó su sala.

-¿Y el Teatro Estable?

-Nace de la ATI. Mirá, acá tengo el acta de fundación. Fue en el año ´72 -Y entonces me doy cuenta que las cinco carpetas que Pilar tenía sobre su escritorio no eran de expedientes sino una fascinante bitácora de 60 años de teatro villamariense- Dice que se llamó a una asamblea popular y que yo fui elegido director por votación de 150 artistas locales… Acá está, salió en el diario “Noticias”…

-¿Y por qué razón el municipio decidió crear un elenco?

-Porque siempre tuvo la preocupación de oficializar la actividad. No te olvidés que hasta ese tiempo el teatro en Villa María era algo que pasaba de vez en cuando. Nuestras primeras salas fueron en las instalaciones de la Biblioteca Municipal Mariano Moreno; primero en calle Entre Ríos y luego en un subsuelo de Santa Fe y Lisandro de La Torre…

-¿Y cuál fue la respuesta de la gente?

-Conseguimos hacer un público habitué, cosa que antes del 72 parecía imposible. El secreto fue poner una obra desde su estreno hasta que no venía más gente. O sea que sabemos lo que es actuar a sala llena pero también para cuatro o cinco espectadores. No hacíamos muchos trabajos al año pero los explotábamos al máximo.

-¿Se sostenían en lo económico?

-En aquel tiempo el teatro era una actividad absolutamente amateur y no se necesitaba mucho. Además, hacíamos todo de manera artesanal; los vestuarios, los tachos de luces, incluso las entradas… Lo que recaudábamos nos alcanzaba para funcionar. Siempre nos mantuvimos por nuestros medios salvo al comienzo, que la Municipalidad puso dos mil pesos… Mirá, en esta carpeta tengo el recibo…

-¿Y cuál era la propuesta artística del grupo?

-Los clásicos de la dramaturgia internacional; el “El zoo de cristal” de Tenesee Williams, “Todos eran mis hijos” de Arthur Miller; pero también y sobre todo obras argentinas contemporáneas, como “La Nona” de Roberto Cossa o todo Carlos Gorostiza…

-¿Por qué “todo Gorostiza”?

-Porque nos interesaba un teatro comprometido con la realidad social de su tiempo. Eso nos llevó a hacer piezas de mucho contenido salvo una vez, cuando pusimos “Qué lindo es estar enamorado y tener la suegra al lado”. Es el único pecado que tenemos. La hicimos para techar la sala del Club Sarmiento en el año ´81. Tuvimos un éxito bárbaro…

-¿Cómo se las arreglaban para hacer “teatro de contenido” en tiempos de la dictadura?

-Eran tiempos difíciles pero nunca tuvimos problemas. Nadie nos vino a preguntarnos qué autor estábamos trabajando. Con decirte que en el 78 pusimos una obra de Osvaldo Dragún que estaba prohibido (“Historias para ser contadas”) y otra de Humberto Constantini, que estaba desaparecido (“La Llave”). Pero nadie nos censuró. También es cierto que nos sentíamos bastante controlados. A los de teatro siempre nos tildaron de “raritos”…

-¿Era difícil sostener un elenco amateur?

-Muy difícil, porque ¿cómo le exigís a un actor si no le pagás? El teatro era algo que se hacía en el tiempo libre y todos tenían su trabajo. Pero cuando uno asume un compromiso no le puede fallar al grupo. Y entonces deja de lado hasta la propia familia. Por suerte encontramos un grupo que se mantuvo en el tiempo: Raúl Martínez, Sponer, Puqui Charras, Mabel de Comini… Envejecimos juntos arriba del escenario…

 

Accastello y después

-¿Por qué deja la dirección del Estable?

-Porque en 2002 Accastello es electo ministro de Gobierno y me lleva con él a Córdoba. Por eso tengo que dejar y se hace cargo del grupo Javier González. Pero sólo abandoné en Villa María…

-¿Cómo es esto?

-Viajaba una vez por semana a Pasco, el pueblo de mi padre donde tengo mi empresa. Allá fundé un elenco y armé una sala en el almacén de ramos generales de la familia, una casa que se estaba cayendo. Pasco tiene mil habitantes y cuando hacíamos una obra, en el pueblo había mil quinientas personas. Ahí estuve hasta 2008. Después armé un elenco en Idiazábal a pedido del intendente. Viajaba dos veces por semana a los dos pueblos. Lo estuve haciendo hasta fines del año pasado…

-Usted habló de la familia y del teatro ¿Su esposa lo bancó en su actividad?

-Ella fue de fierro conmigo y me aguantó todo. Pero lamentablemente hace diez años que no la tengo más conmigo… -Y entonces el hombre hace una pausa, la más larga de toda la entrevista, acaso porque algo en él se ha agitado. Es un temblor breve, como la sonrisa de la secretaria rubia o el vuelo de un colibrí hacia otras estaciones- …Con decirte que cuando nació mi hija en el ´67 yo estaba actuando en Los Trinitarios. Estábamos haciendo “Deja que los perros ladren” y al terminar la función me vine con todo el elenco a donde ahora es la Clínica Marañón para ver a mi mujer, para conocer a mi hija…

Pilar se ha emocionado súbitamente y las palabras tiemblan en su voz. Apago el grabador y hablamos de otra cosa; del actual teatro en la ciudad, de la sala que lleva su nombre en “El Globo Rojo”, de su cumpleaños Nº 70 donde sus tres hijos le regalaron un “book” con las fotos de su vida. Y a su pecho llega un quieto sosiego. Quizás alguna vez utilizó esa técnica para respirar en alguna obra de otros tiempos. Cuando el hombre me abre la puerta de calle una vez más estoy en 2015. La llovizna sigue lustrando las veredas y me pregunto si la entrevista fue verdadera o ilusoria. Porque estoy con la sensación de haber hablado con aquel muchacho que en los 50 iba al Nacional, con el hombre que en los ´60 actuó en los Trinitarios y con el director que en los 70 inventó el “Estable” para darle un teatro a la ciudad. “Bueno muchacho, un gusto y a tus órdenes” me dice este abogado del tercer milenio mientras cierra la puerta de calle. Y entonces me digo cuál de los dos es el verdadero Pilar Monesterolo; si el señor de traje café que acaba de desaparecer o el muchacho de saco a rayas con pinta de Marcel Marceau en viejas fotos del Nacional. Y lo mismo me pregunto de mí. Porque a esta altura dudo si soy un periodista de 2015 o un trabajador de aquel “Noticias” de los 70 que se quedó adentro con un paraguas viejo, entre un empapelado de antiguas primaveras mientras una rubia de película me dice: “Pase. El actor lo está esperando”. Y con una sonrisa “Anita Ekberg” (colibrí que se voló a una ansiada primavera) nos deja a solas para siempre en el interior de una escenografía.

Iván Wielikosielek

 

Decálogo de un actor independiente

1- La ciudad ha crecido y hay muchos grupos, es una realidad que nada tiene que ver con la de hace 40 años. Me siento halagado por ese crecimiento y por la respuesta del público.

2- Hacer teatro independiente es un gran logro pero no debemos quedarnos en eso. Los actores deben profundizar en su formación y lograr cada vez mejores resultados.

3- En teatro independiente el círculo de espectadores suele limitarse a los conocidos; es decir a un público que va predisupuesto a aceptar tu trabajo. Eso siempre impide que haya crítica real. Para eso se necesita del espectador espontáneo, del que no te conoce.

4- La gente de teatro es difícil porque el actor es vanidoso. El individualismo no es bueno porque persigue el éxito particular. Muchos piensan que el éxito del prójimo disminuye el propio y es al revés. Yo crezco cuando crecen los que están al lado mío.

5- En mis tiempos, el público del “Estable” era de mediana edad; el de hoy es joven. En eso mucho tuvo que ver la universidad y el gran trabajo docente que está realizando Javier González. Es fantástico que eso pase.

6- Siento un gran orgullo como docente. Pensá que por el TEVM pasaron actores como Javier González, Marta Mansutti o Alicia Muxó, que son grandísimos formadores; o alguien como Paula Trucchi que está teniendo mucho éxito en Buenos Aires.

7- Actuar y dirigir son experiencias muy distintas. Actuar es lo más lindo pero la dirección es mucho más creativa.

8- Cuando se empieza a ensayar una obra, el único que sabe a dónde va ese barco es el director.

9- El director termina su trabajo antes de la representación; el actor, al final de cada puesta.

10- Podría vivir sin la abogacía y sin las empresas, pero no sin el teatro. Es una vida que, sencillamente, no me imagino.

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