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El arte le dio “pelota” al fútbol

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El arte le dio “pelota”  al fútbol

Organizada por el Museo de Bellas Artes Fernando Bonfiglioli, la muestra de balones intervenidos por artistas locales podrá visitarse hasta el viernes 5 de febrero en la Medioteca. Se trata de 22 trabajos (11 hombres y 11 mujeres) en el marco de la disputa del Mundialito que se jugó en nuestra ciudad

P51 F1Argentina, uno de los países más futboleros de la tierra, no se caracterizaba precisamente por el maridaje entre fútbol y arte. Y tuvieron que pasar más de 80 años de pasión sobre el verde césped para que algunos escritores (Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa y Humberto Constantini antes que ninguno) desempolvaran el acartonado traje de los “hombres de letras” e incluyeran el fabuloso deporte nacional en la no menos fabulosa literatura argentina.

P51 F3Sin embargo, el fútbol seguía divorciado de las artes plásticas o acaso nunca se había casado con ella, salvo la honrosa excepción de Pérez Celis. Pero hete aquí que, tirando por la borda esta inexplicable y acaso prejuiciosa distancia, el Museo de Bellas Artes Fernando Bonfiglioli conovocó a 22 artistas locales (11 varones y 11 mujeres y “pintó” el “clásico de los géneros”) a intervenir pelotas. La excusa formal fue el Mundialito de nuestra ciudad y la idea-madre, generarles a los pequeños jugadores un programa educativo y de esparcimiento. Pero hagamos un breve repaso de algunas de estas maravillosas obras, esféricas como un planeta y planetarias como una número cinco.

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Arte redondo

“¡No patear!” reza la obra de Iván Pierotti, cuyos cascos están prolijamente dibujados a la tinta con motivos en blanco y negro similares a los del balón “Azteca” con el que se jugó el Mundial 86. Sin embargo al lado, pintada con colores empastelados y técnica mixta, la obra del poeta Normand Argarate se titula: “Esta pelota pide a gritos que la pateen”. Y acaso este River-Boca entre “obra para ser observada” y “obra para ser pateada” sea un hermoso claroscuro para entender la relación entre fútbol y cultura.

En esa misma sintonía, la obra de César Bravín (cantante de Motorblues y fan declarado del fútbol) exhibe un pentagonal como un globo terráqueo pintado al óleo (con tanta precisión como fuerza cromática) mientras del Polo Norte emerge el mango de una guitarra. “Sin música estás afuera”, se llama este creativo “ensamblaje”.

Entre las mujeres, cabe destacar dos obras paradigmáticas: la pelota con forma de cartera de leopardo de María Luz Baigorrí (“Botineras”) y la pelota embutida en las manijas de cuero del Pato, de Natalia López (“Argentinísima convivencia”). Es así que mientras una de las artistas (Baigorrí) tiene una visión del fútbol cercana a las pasarelas, la otra (López) anexó al “deporte nacional” la número cinco de cuero (cabe destacar que, según los anales de la historia, el deporte nacional argentino es el Pato y no el Fútbol). También fue una mujer la única que “osó” desarmar una pelota, poniéndola sobre la base como un hermoso panal plano de celdas de cuero: Ana Perlo.

Hay otras pelotas que han sido un perfecto soporte esférico para el desarrollo de obras puramente pictóricas, como la de Milton Martínez (“El potrero”) y María Córdoba (“Gusanos en la masa”); ambas con hermosos “chorreados” a lo Jackson Pollock. Por su parte, Marcelo Silvera y María Eugenia Podestá pergeñaron dos alegorías entre fútbol y comunicación global. Nicolás Schuck bañó su balón de colores flúor más aptos para una psicodélica pelota de plástico que para jugar un match por los puntos (de ella brotan de pequeños limones); Julieta Barbuio homenajeó a la “pelota de trapo” y a su poeta Héctor Gagliardi y José Diego Carriazo “enmascaró” su bola con una vuvuzela celeste y blanca en claro homenaje al Mundial 78.

Para terminar, hay dos obras que este periodista quisiera mencionar por la factura plástica y ecológica de su arte. Ambas son de color “Verde Esperanza”, y tal es el nombre de la primera perteneciente a Beatriz Barze. Pintada con diversos tonos de olivas y esmeralda, su balón erigido sobre un soporte de cuatro patas curvas recuerda la Copa Ciudad de Mar del Plata; sólo que en vez de un globo dorado muestra una pelota teñida de pura ecología. La segunda es la genial puesta de Sebastián Borghi, quien se las ingenió para hablar de paz en el fútbol y el planeta con un motivo bélico. Y es que su balón, sobre una base de tronco de árbol, está pintado con el típico camuflado de los uniformes. Y de ese fabuloso balón-planta (tan similar a los baobabs de “El Principito”) una cantidad de soldaditos de varios tonos de verde musgo brotan como hojas y ramas naciendo.

Sería hermoso (imagino) que algunas de estas pelotas fueran “premio artístico” a los equipos mejores clasificados del torneo. Creo que de esta forma, las obras permanecerían para siempre en ese fabuloso museo que es la vitrina de los clubes. Allí se exhiben copas, trofeos y el orgullo cromático de pertenencia. Y esto de algún modo también es la pintura. Iván Wielikosielek

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