Si nos ciñéramos al mero hecho informativo podríamos comenzar la crónica de la deplorable presentación de Joaquín Levinton, concretada el viernes pasado en Mundo Rojo, de la siguiente manera: el líder de Turf arribó al multiespacio alrededor de las 4 de la madrugada, más de una hora después de lo previsto, proveniente de Córdoba capital, junto a solamente un guitarrista como acompañante en escena.
Dado que no tenía un baterista entre sus filas, solicitó los favores de Juan Carranza, el batero local de Debieras Pitar, banda que actuara en la previa. Tras probar sonido mientras la música ambiental seguía sonando, Levinton enfrentó a un grupo de entusiastas con esta inexplicable frase de inicio, previo a rendir loas al terruño cordobés: “Qué bueno estar con ustedes, me sorprende estar en esta situación de rock”.
Su performance, irremediablemente caótica y por momentos -nobleza obliga- con destellos reminiscentes de su época dorada, incluyó una ensalada de versiones diversas de temas como “Que sea rock” de Riff, “Amor clasificado” del Potro Rodrigo, “Enlace” (a medio terminar) de Ratones Paranoicos, antes de lanzar su arenga musicalizada “Hay que bancar”, el hit de su anterior banda Sponsors. Más adelante logró rescatar uno de los éxitos “turfianos” como “Yo no me quiero casar ¿y usted?”. Tras ese celebrado pasaje, el cantante se “pomelizó” (en referencia al personaje de rockero border de Capussotto), hasta el extremo, hablando con un perro que merodeaba el escenario y luego tratando, con poco éxito, de tocar la batería. Hasta que detrás de bambalinas, uno de los responsables del recital dijo “basta”.
Aunque suene jocoso o patético, el perfil de “reviente” de Levinton no le hace bien ni a su carrera, ni al público ni al rock como cultura y movimiento, que desde hace tiempo se viene desembarazando de ese estereotipo talibán.
Anteriormente se habían presentado las formaciones locales Rocke Groove y Debieras Pitar, con la angelada voz de Alexis Alassia.
- R. S.
