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La enseñanza y el arte, un lazo inmune

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La enseñanza y el arte, un lazo inmune

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Fran Gerarduzzi ESPECIAL PARA EL DIARIO

Tuve uno de esos profesores que jamás se olvidan. No era solo un excelente pintor, sino que también estaba abriendo espacios para la gente que trabajaba en el arte”, me dice Fabiana Romano. Y agrega: “Siempre nos decía una frase del expublicista Joaquín Lorente: ‘La inspiración sin trabajo es la excusa divina de los vagos’. Y acto seguido nos repetía otra de Pablo Picasso: ‘Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando’”. Y puedo imaginármela en la Facultad de Bellas Artes, con apenas una veintena de años, concretando aquello que de niña, tal vez, soñara en secreto. 

Nació en Santa Fe. Su padre trabajó en la fábrica SanCor y después de múltiples traslados le asignaron la provincia de Córdoba como territorio para el desempeño de sus tareas. Río Cuarto y Ucacha fueron las dos localidades donde continuó cumpliendo con sus obligaciones. Sin embargo, al poco tiempo tomó la decisión de iniciar un emprendimiento metalúrgico junto con su familia en Villa María, la ciudad que los hospedaría por años.

La actual directora de la Escuela de Bellas Artes Emiliano Gómez Clara -institución en la que un altísimo porcentaje de los estudiantes proviene de la región- hizo el primer grado en una escuela de Ucacha y finalizó la primaria en la institución Agustín Alvarez. Luego cursó el bachillerato técnico-lácteo, que recientemente cumplió 50 años. En este sentido, explica: “Fue una elección que tuvo que ver con la posibilidad de que en el caso de que no pudiera continuar estudiando, la secundaria me hubiera brindado herramientas para poder trabajar”.

“Sin embargo, pude seguir con mis estudios e hice caso a lo que dice todo el mundo: a pesar de tener fuertes inclinaciones artísticas, me dejé influenciar por ese tipo de frases ridículas que se escuchan desde hace años, como ‘no vas a vivir del arte’ o ‘te vas a morir de hambre’”, cuenta la artista. Fue por ello que regresó a Santa Fe a cursar una Licenciatura en Química. Y, entre tanto, participó en coros y murales. Pero duró tan solo un año porque había algo que no podía desoír. Se despojó de los prejuicios que la invadían y dejó lugar a su pulsión: el arte.

En su hogar, expresa, siempre se propició un ambiente creativo: “Mis padres -no usaría la palabra artesanos- eran personas con muchísima habilidad manual. Entonces, el descanso de mi papá consistía en realizar un montón de objetos. Regresaba de la fábrica y hacía lo que verdaderamente le gustaba: desde armar moscas diminutas e increíbles para pescar hasta trabajar en madera y orfebrería. Por su lado, mi mamá bordaba, tejía, pintaba y restauraba elementos”.

Después de evaluar distintas propuestas, tomó la decisión de trasladarse a Córdoba: “La Facultad de Artes estaba diseñada para que hicieras una Licenciatura en Pintura, Escultura o Grabado. Elegí la primera de ellas y, por año, además tenías la posibilidad de rendir materias pedagógicas para completar una formación docente”. Y añade: “Fui buscando una formación en dibujo, pero no había. Y dentro de esas tres especialidades la que me daba más autonomía al dibujo era la pintura”. De ese modo fue que, paulatinamente, halló su forma, sus materiales, sus tamaños y su estilo.

 

Aunar pasiones

“La docencia y la producción de obra son dos orientaciones que mantuve de forma paralela a lo largo de toda mi vida y que pude desarrollar sin ningún conflicto. Me parece que es necesario tener la autoridad de artista para poder estar en una cátedra en una escuela de artes. Es decir, no se puede enseñar lo que no se practica o no se sabe. Siempre han sido o, más bien, han representado un complemento”.

 

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“Cuando hablo de conflicto, en realidad, también estoy refiriéndome a un conflicto de tiempo. Desde que estoy en la gestión, los períodos dedicados a la obra son mucho más acotados. Pero hay que establecer prioridades de acuerdo a las responsabilidades que cada uno tiene”.

 

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“En las artes plásticas hay un supuesto que anda dando vuelta y que es el siguiente: ‘Cualquiera puede hacer arte’. Todo el mundo puede y debe hacer arte porque es fundamental para el hombre. Pero formar es otra cosa. Creo que las personas que deben estar al frente de un aula en una carrera de arte tienen que ser artistas. Si nosotros estamos formando futuros profesionales trabajadores, necesitamos que los chicos tengan docentes que les expliquen más allá de los contenidos, arte o diseño. Necesitamos que les cuenten y los preparen para la vida”.

 

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“He tenido oportunidades de tener el 100% del tiempo para pintar y no pude. Necesito, por el tipo de obra que tengo, del contacto con la gente y de la retroalimentación que se produce al formar u orientar a otros en el proceso creativo”.

 

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“Tengo una obra que revela que siempre estoy observando a la gente. En ese mirar encuentro personajes que después incluyo en mis trabajos. Y esto tiene que ver también con que tampoco podría vivir aislada pintando. Creo que de la relación con los demás es de donde mejor surgen los temas, los personajes y las intenciones para pintar”.

 

Desandar el camino

“A nivel docente, empecé con una suplencia en la primaria. Con la producción de obra y el manejo de exposiciones estaba más fortalecida. Cuando empecé a formar parte de instituciones me encontré con sorpresas: no me faltaba el contenido, pero sí la estructura y el ordenamiento para eso. Entonces debí revisar nuevamente materiales vinculados a la labor docente, según los distintos niveles”.

 

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“Hasta saber qué es lo que realmente me interesaba, nunca le dije que no a ningún trabajo. Quería saber si lo mío era la educación privada, la pública, el Nivel Primario, el Inicial, secundario o el Superior”.

 

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“Además participé y participo de capacitaciones. Así fue como llegó el momento de formarme en gestión cultural y educativa. Considero que estas instancias deberían ser naturales para todo el mundo; ya no existe más el conocimiento puro y único que te da la formación. Es un empujón inicial interesante porque nos brinda una plataforma muy rica, pero después es inevitable innovar y debemos tener la flexibilidad para cambiar y posicionarse en lugares diferentes.

 

Detrás de la artista

“Creo que la pregunta de por qué pinto me la hice en el momento en que decidí que la química no era lo mío. Ya está. En cambio, al para qué creo que no hay que preguntárselo demasiado porque no todo tiene una función concreta y hasta mercantilista. ¿Qué sería lo ideal? Hacer obra y vivir de ella”.

 

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“Vivo en una ciudad que es grande, que sigue creciendo y en la que cada vez hay una impronta mucho más fuerte del arte. Pero hace 25 años estaba todo por hacerse. Creo que el para qué hacer arte tiene que ver con la vocación. Es una decisión tomada hace mucho tiempo”.

 

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“Me parece interesante preguntarme qué puedo hacer con el arte. Y allí las respuestas son muchísimas. Pude fundar, junto a otro grupo de gente, la Asociación Amigos del Museo Bonfiglioli. Pude estar 12 años al frente del Taller de Historia del Arte para adultos mayores en la universidad. También pude ser la primera directora del Museo Bonfiglioli. Pude ser y soy docente y directora de la Escuela de Artes. Además pude hacer exposiciones, ganar premios y tener la dicha de que haya gente a la que le interese mi obra y se la lleve”.

 

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“¿Y qué hizo el arte conmigo? Me hizo ser quien soy. Es muy emotivo. Estas cosas te determinan y creo que en todas las disciplinas sucede lo mismo. Uno no deja de ser músico o actor porque deje de trabajar. Me parece que estas áreas relacionadas con lo creativo y las artes en general son determinantes. Elegís y sos”.

 

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“Siempre me interesó mucho la gente y por eso digo que la necesito para mi obra o como un factor detonante. Lo caricaturesco, el humor y la ironía son también tipos de representaciones que están dentro de mis intenciones y que utilizo en mis obras. Es mi forma de ver la realidad de otra gente”.

 

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“Durante un tiempo, y sobre todo en mis inicios, tuve una fuerte orientación hacia la caricatura o el dibujo más desestructurado, que incluso se lo podría catalogar dentro de los comics. Fue un período de experiencia. Posteriormente decidí unificar todas estas líneas que parecían paralelas”.

 

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“A veces el proceso creativo se queda nada más que en la escritura. Hago un desarrollo escrito y gráfico de todo lo que se podría hacer o pintar con una temática”.

 

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“A pesar de que lo mío es muy figurativo, con un fuerte soporte de dibujo y con técnicas mixtas, me interesan muchísimo las pinturas abstractas. Me fascinan porque hoy no me siento capaz de construirlas. El nivel de complejidad es altísimo. Pero también creo que no necesito salirme de las imágenes y quedarme solo con el espacio, el color y la luz para producir una obra. Tengo algunos trabajos no figurativos que realicé a modo de experimentación, pero son experiencias celosamente guardadas. Me gustan, pero vuelvo al primer amor: las imágenes y los objetos”.

 

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“Para apreciar una obra abstracta hay que perder la inocencia y eso tiene que ver con despojarse. Estamos en un mundo absolutamente visual y totalmente decodificado. Es como si nos tiraran por la cabeza las verdades en forma de imágenes. Cuando estás frente a una obra de este tipo, no vale la inmediatez y no hay soportes. Es necesario relacionarse con la obra desde otros lugares. Se requiere un esfuerzo importante. Hay que conectarse y entenderse con la producción. Además hace falta saber qué es lo que estás mirando y tener las herramientas para poder hacerlo; cómo es la textura, como se relacionan espacial y matéricamente los colores, cómo las líneas compositivas tensionan”.

 

El rol del espectador

“Desde la escuela proponemos y hacemos muchísimas jornadas y actividades. Las exposiciones pueden darse acá en la institución, en los museos o en otros espacios que se adaptan, como la Usina Cultural o el Centro Cultural Comunitario Leonardo Favio. Existen también otros espacios que están fuera del circuito convencional. Cuando las exposiciones son experiencias de aprendizaje, no estamos tan preocupados por el tipo de espectador que viene, sino que hacemos hincapié en otros aspectos: el montaje, el guión curatorial, la obra y los catálogos, entre otras informaciones gráficas. Entonces, en esas muestras recibimos sobre todo al grupo cercano de la institución y de los chicos que exponen”.

 

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“Pero lo que veo es que, por ejemplo, cuando se dan exposiciones fuera del ámbito institucional hay otro público curioso que quiere saber de qué se trata el arte o qué es lo que se expone en un museo. En eso también el trabajo que se hace con los chicos desde niños es fundamental. Es complicado que un adulto que durante su niñez nunca entró a un museo se acerque años después, a menos que quiera expandir sus horizontes culturales”.

 

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“Después de tantos años trabajando en la cultura y en el arte noto otra impronta. Quienes se acercan al museo son mucho más jóvenes. Incluso estas personas van con sus hijos. Eso le cambia el sentido y la resignificación a las muestras. Creo que hay una renovación y un crecimiento artístico sostenido y permanente en la ciudad”.

 

Los cambios del siglo XXI

“El arte posmoderno no tiene nada que ver y tiene otros códigos que son totalmente diferentes a lo que el espectador común puede esperar. Lo importante es que los docentes que están en escuelas como la nuestra trabajen en el arte y sepan que cambió el paradigma y que puedan procurar esta información a los estudiantes. ¡Si eso no sucede, nos quedamos con la formación de hace un siglo! El Cubismo y el Fauvismo son corrientes de principio del siglo XX. Hay que conocerlas, pero no es suficiente para la formación del siglo XXI. También sabemos que los cambios son muy rápidos. Por eso hay que estar atentos y los docentes tienen que estar en el mercado, conectados con el arte y en permanente reflexión”.

 

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“Hay dos artes diferentes: el de los eruditos, teóricos y críticos, quienes tienen la obligación y responsabilidad de estar al tanto de las últimas teorías en arte; y el del resto del mundo, que necesita de las propuestas de estos profesionales para tener herramientas que le permitan conectarse con lo que se está mirando. Y en eso tenemos una fractura: ¿Qué se premia y qué no? ¿Qué es lo que vemos en los salones y qué no? ¿Por qué los salones de pintura se siguen llamando de ese modo cuando la pintura en su concepto básico e inicial ya no existe? Es claro que hay toda una reformulación. Ocurre que los cambios están dándose en el plano teórico y va a ser mucho el tiempo, tal vez, que demorarán en conectarse con los que están produciendo. O quizá nunca suceda”.

 

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“Otra situación compleja es que están conviviendo los teóricos o los artistas posmodernos con sus producciones con aquellos que se han formado mucho tiempo atrás y que tienen otro tipo de imagen y desarrollan el arte desde otro lugar. Y cabe preguntarse: ¿uno es más arte que el otro? No. Tan solo son diferentes. El hacer artístico no va a desaparecer nunca. Todo tiene un componente estético y, al mismo tiempo, de desarrollo intelectual que no se va a perder”.

 

Circuitos de legitimación y venta de obra

“El gran legitimador es el Museo Bonfiglioli y los salones. Sin embargo existen otros circuitos alternativos que fortalecen tu arte y tu formación. Pero es el museo el que termina de legitimar porque tiene las condiciones para hacerlo y le garantiza al espectador que va a ver algo diferente. Tal vez pueda no gustar, pero se tiene que saber que lo que está expuesto allí tiene el respaldo de la institución porque es una obra diferente, nueva, trascendente y de calidad”.

 

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“Cuesta vender obras en todos lados. En algún momento pensé: ‘Villa María está creciendo, tiene que adaptarse y entender que antes de comprar, por ejemplo, una obra seriada en las casa de decoración, con ese mismo dinero puede adquirir una obra legítima, auténtica y disfrutarla en su hogar’. Exceptuando algunos grupos, no existe el hábito o la costumbre de comprar arte. Sabiendo que durante algunos años tuvimos la galería de arte Los Cuatro Gatos, de Marina Bossa, me parece interesante que nos preguntemos por qué actualmente no tenemos otra. Creo que necesitamos de alguien, diría hasta irresponsable, que asuma este desafío y se arriesgue”.

 

La poeta Claudia Tejeda, en uno de los fragmentos del poema Rayuela de su libro “Un ojo con patio”, escribe: “Piedrita sobre el uno, umbral del desafío/ Hay que ayudarse con las alas/ para los saltos en un solo pie/ Se trata de mantener el equilibrio/ hasta alcanzar el cielo// No vale pisar las líneas/ Pierde el turno en la vida aquel que juega con los límites/ Ponga en hora sus piernas al reloj de la infancia/ El infierno acecha/ fuera de los casilleros”. A Fabiana no le interesa. A medida que avanza, no solo juega con los límites, sino que además los borra: para arder junto a las llamas.

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