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Las letras de Enrique González Tuñón en Heraldo

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Las letras de Enrique González Tuñón en Heraldo

GONZALEZ TUÑONEn los años 30 los villamarienses que leían el diario local Heraldo accedían a las letras de importantes escritores radicados en Buenos Aires, que remitían sus notas mediante el servicio de «Gente de Prensa» que este medio tenía contratado. Entre las destacadas figuras que publicaba Heraldo estaban Raúl y Enrique González Tuñón. En esta oportunidad nos ocuparemos de Enrique, de quien Jorge B. Rivera señaló que «dedicó gran parte de su talento a la labor periodística. Con él más que con otros, se toca por primera vez ese punto incierto y complejo del texto ambivalente, concebido ‘para…’´y al mismo tiempo ‘a pesar de…’». Los escritos periodísticos de Enrique conjugan «lo informativo (o analítico) y a la vez lírico, sentimental, irónico y poético, que parece haber escapado al lápiz rojo del jefe de redacción…».

 

Avido lector

El diario villamariense que publicó a los hermanos González Tuñón nació, como semanario en enero de 1906, bajo el nombre de «El Heraldo». Su fundador fue el periodista radical Emilio Pellegrini quien, cada domingo, lo lanzó a recorrer los hogares y las calles de la localidad bajo el lema «el auténtico vocero de las inquietudes lugareñas». Esta publicación, de decidida orientación radical, sufrió varios cambios. En enero de 1929 apareció como Heraldo, diario de la tarde de 10 páginas. Poco tiempo después aumentó a 12 páginas y pasó a ser matutino.

Regresando a la figura del escritor tenemos que decir que en más de una oportunidad su vida y obra de Enrique González Tuñón fueron opacadas tanto por el importante trabajo literario como la militancia de su hermano Raúl. Enrique nació en 1901 en el barrio de Once en Buenos Aires, cuatro años antes de Raúl, en una familia que sumaría siete hermanos. Sus padres fueron emigrantes españoles de origen obrero. El comprometido socialista asturiano Manuel Tuñón fue el abuelo materno y Estanislao González, su otro abuelo, fue un aventurero que quedó en España. Sobre él y sus andanzas, los poetas hermanos, en sus infancias, escucharon desopilantes anécdotas. Pero debe entenderse que la obra de Enrique ha sido de gran envergadura, según César Tiempo fue el «primer exegeta culto» del tango.

En otro momento Raúl también señaló que su hermano «…leía ávida y desordenadamente, como yo, desde la niñez. Citaba a menudo a Quevedo, el de El Buscón, a Dickens, Chéjov, Bret Harte, Gorki, el Payró de El casamiento de Laucha, y a Angel Ganivet, Lord Dunsany, Charles Louis Philippe, Rafael Barret, Mansfield, Zola… Manejó el idioma madre plena y hermosamente cuando fue necesario, más detestaba a los cursis que pretenden abolir el uso del che y el vos, hasta en el íntimo dialecto de lo familiar. Con igual señorío utilizó las derivaciones populares porteñas en la lengua».

 

Brújula de bolsillo

Los primeros pasos de Enrique en la que sería una fructífera labor periodística fueron dados en el semanario El Noticiero, luego vendrían las revistas Caras y Caretas y, en el año 1924, las colaboraciones en Proa y Martín Fierro. Aquí de nuevo convocamos la palabra de Raúl González Tuñón cuando describió esa etapa de su hermano: «En 1922 comenzó Enrique su carrera periodística en un semanario llamado El Noticiero. En 1923 colaboró, y yo también, en la revista literaria Inicial, y en la popular Caras y Caretas. Al siguiente año adherimos al movimiento Martinfierrista, o de Florida, colaborando en el hoy legendario periódico Martín Fierro, en la revista Proa, de Ricardo Güiraldes. Aquí publicó Enrique sus notables imágenes de Brújula de Bolsillo, y en el periódico sus epitafios fueron los más mordaces durante la guerrilla literaria».

En este comentario se nos refiere a las notables imágenes de Brújula de Bolsillo que Enrique escribió en Martín Fierro, cuestión que nos lleva a la columna que, con el mismo nombre, publicó en el diario local Heraldo mediante el servicio de «Gente de Prensa» que había contratado el vespertino villamariense. Enrique trabajó en varios medios de prensa. Entre los años 1925 y 1931 lo hizo en el diario Crítica, allí desarrolló una importante tarea escribiendo sobre el mundo del tango, una pasión que ocuparía muchas páginas de su obra. César Tiempo dijo que «la entrada de Enrique a Crítica revolucionó el estilo periodístico nacional. La noticia conquistó la cuarta dimensión, el arrabal tomó posesión del centro, la prosa municipal y abigarrada, la metáfora tomó carta de ciudadanía en el mundo de la información. Se empezó a escribir como Enrique, a hacer reportajes a la manera de Enrique…».

En el 31 escribió en Noticias Gráficas y en el suplemento cultural de La Nación. Al año siguiente agregó, a sus libros ya publicados, El tirano y la Cruz del Círculo. El primero de éstos puede leerse como una crítica al tirano que entonces estaba en el poder, Félix Uriburu. Su obra literaria, la que se considera de difícil clasificación, suele ser ubicada en una zona intermedia entre los preceptos de los grupos de Florida y el de Boedo.

En 1932 publicó la que quizá sea su contribución más lúcida a las letras argentinas, el libro Camas desde un peso, donde refleja la crisis iniciada en el año 30. Para 1933, cuando se inició su colaboración en Heraldo de Villa María, publicó los libros Las Sombras, La lombriz solitaria y El cielo está lejos. Luego produciría algunas obras más, y su gran contribución al periodismo, pero la muerte lo llevó demasiado temprano. Aquel hombre cuya pluma pintó la realidad de los que menos tienen, los menos favorecidos en el reparto que organizan los que se llevan la gran tajada, murió en la ciudad cordobesa de Cosquín cuando los almanaques marcaban el 9 de mayo de 1943.

En los años 30 los villamarienses leían agudas observaciones de Enrique, aquí rescatamos algunas pocas proponiendo leerlas como si estuvieran escritas en estos días:

 

Tacos de goma

Este hombre no quería comprometerse jamás y andaba con tanto cuidado al hablar que no hacía el menor ruido, como si pensara con tacos de goma en la cabeza.

 

Permiso precario

Este hombre que andaba por la vida con permiso precario del sepulturero, leía ávidamente los avisos fúnebres con el tremendo temor de ver su nombre junto a la crucecita, como una orden perentoria e inobjetable de rotar a la fosa.

 

Portación de armas

También en Venezuela existe el delito de portación de armas. También allí, el arma del delito por el cual zampan en la cárcel durante 30 días a cualquier ciudadano, es un arma misteriosa, invisible. Pedro Páez Rivero estuvo encerrado dos años consecutivos por el delito de portación de armas. Lo detuvieron en 1932, al penetrar en su casa. Desde entonces, cada treinta días recuperaba la libertad; pero al salir de la cárcel lo detenían nuevamente bajo la inculpación de haber cometido el mismo delito. Como el asunto se prolongaba demasiado, Páez Rivero decidió evadirse y, felizmente, lo consiguió, logrando cruzar la frontera.

Está visto que el delito de portación de armas, que muchas veces no es otra cosa que portación de ideas o, simplemente, opiniones contrarias al gobierno, está muy en boga en Sudamérica.

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