Un gran elenco plasmó una pieza que pasa de la comedia al drama y donde se abordan libertades y prejuicios sociales
La obra parte de una anécdota real: hombres que se reunían clandestinamente para vestirse de mujeres en los años 60.
Por ello, los encendidos debates que emergen en el seno de esa cofradía (los personajes se reúnen en una casa, a modo de asamblea) se inscriben en aquella época, donde las nuevas identidades de género pugnaban por darse a conocer y a enfrentarse a la hegemonía patriarcal.
Más allá de la parafernalia kitsch, la explosión de colores y la acentuación melodramática con temas musicales que le ha impreso, fiel a su estilo, el director José María Muscari, la pieza es eminentemente política.
La dualidad
Detrás de las carcajadas y el desfile de vestuarios subyacen las disyuntivas: mantenerse como ghetto o reconocerse en la superficie como una asociación civil, a pesar de una segura condena social; considerarse homosexuales u heterosexuales que cultivan un hobby peculiar; involucrar a esposas e hijos en ese mundo solapado o marginarlos para siempre; en definitiva, de qué modos se aborda una dualidad interior que no todos comprenden y al mismo tiempo, cómo configurar al diferente ante un orden establecido.
En ese ir al hueso, la trama -escrita originalmente por Harvey Fierstein, el mismo de “La jaula de las locas”- deja entrever luchas de poder, secretos varios y oscuros prejuicios como en todo grupo humano. Por ello, el concepto se universaliza, se vuelve empático.
El éxito de la pieza también recae en un elenco de actores que podría etiquetarse de “dream team”: Mario Pasik, Diego Ramos (su personaje, el más expresivo y llamativo de todos, fue uno de los más ovacionados), Boy Olmi, Pepe Novoa, Fabián Vena, Roly Serrano y el propio Muscari, acompañados por Cristina Alberó (quien también se destaca en su rol de esposa comprensiva de un travestido) y Paula Morales.
El único detalle es el final un tanto abrupto: cuando todo se desmorona, el público queda sin saber si prospera o no la idea de convertirse en una asociación legal. No obstante, el Verdi repleto convalidó la puesta con aplausos de pie.
Juan Ramón Seia
